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5 de junio del 2016
Fallece ex miembro del Comité Exterior Mapuche en Europa, Guillermo Lincolao Garcés
Por Arauco Chihuailaf

Guillermo Lincolao: Peukallal (adiós)

Nuestro peñi Guillermo Lincolao Garcés, falleció en Santiago en la madrugada del 5 de junio. Saludamos la memoria del amigo de largo tiempo y del compañero de ideales.

La vida de este amigo solidario, sonriente y conversador, estuvo marcada por el esfuerzo permanente, el batallar constante, para abrirse paso en la capital, Santiago, a la que había llegado su padre procedente de una comunidad mapuche de la provincia de Cautín.

Guillermo fue un hombre de inquietudes: desde joven abrazó la militancia política, fue uno de los fundadores del Mapu en 1969 (uno de los partidos de la Unidad Popular que respaldó a Salvador Allende) y llegó a ser miembro de su Comité Central. Luego del golpe de estado del 11 de septiembre de 1973, fue detenido en su lugar de trabajo junto a decenas de sus colegas. Recluido en el Estadio Chile y después en el Estadio Nacional, soportó los atropellos de la represión dictatorial.

Durante su exilio en Francia, siguió militando por las ideas que siempre defendió. Formó parte del Comité Exterior Mapuche en Europa (C. E. M.) cuyos objetivos esenciales fueron: llevar la solidaridad a quienes vivían la represión en las comunidades y, a la vez, dar a conocer la realidad social, cultural e histórica del pueblo mapuche. Al retornar a Chile, fundó el Centro Mapuche de Estudio y Acción. Fue un hombre de convicciones y de inquebrantable consecuencia con ellas.

Más allá de la acción o junto a ella, nuestro peñi, forjado en la “Universidad de la vida” y animado siempre por un espíritu de superación, recurrió también a la escritura como herramienta de lucha: en 1984 publicó en Huerrquen, Boletín del C.E.M., su artículo: “Una agresión más”, en donde denuncia la impostura y el racismo de un periodista de El Mercurio internacional de Santiago (diciembre, 1983), que afirmaba: “La pacificación mapuche se logró en las panaderías”, es decir, éstos ya “debilitados y un tanto pulidos por la civilización y la cultura”, no se enfrentaron con los patrones españoles sino que “pactaron una especie de convivencia pacífica junto al amasijo”. ¿Quién mejor que un hijo de obrero panificador mapuche, como Guillermo, para refutar las inconsistencias de un periodista que, sin duda, ignoraba la realidad de los obreros panificadores en Santiago? En el 2000, escribió con Carlos Ruiz Rodríguez, “Memoria de los mapuches urbanos: entre la integración con discriminación y la organización con identidad” (en “Memorias para un nuevo siglo. Chile, miradas a la segunda mitad del siglo XX”, Lom, Santiago, 2000). Los autores reafirman aquí su combate “contra la usurpación (de tierras mapuche) de las transnacionales, como contra la mentalidad y actitud discriminadora que se vive en lo cotidiano”.

Guillermo perteneció a una generación de dirigentes políticos, sindicales, mapuche, que lucharon por una sociedad distinta: con justicia social, con igualdad de posibilidades para todos. Sociedad que se debía forjar con el esfuerzo común de los trabajadores mapuche y no mapuche, en otras palabras, con el empuje de todos aquéllos que aspiraban a un mundo mejor.

La savia de sus raíces mapuche tonificaron sus actuaciones políticas y culturales. Y al emprender su viaje definitivo al universo de los antepasados, el kultrun y la bandera mapuche simbolizaron su despedida. Nuevas banderas se levantarán conteniendo sus luchas y convicciones.