11 de octubre del 2024
Una página de historia mapuche
Arauco Chihuailaf, Intervención en la Jornada Cultural Mapuche en Leiden, Holanda
Fotografía: Rafael Railaf Zuñiga
Esta jornada cultural cuyo referente es “Raíces de la Memoria: Historia
Mapuche en Primer Plano” representa un signo y un acto alentador para
avanzar hacia la reapropiación de la historia, de una historia por
mucho tiempo relegada. ¿Sorprendente? No, porque la historia ha sido
escrita por las élites intelectuales de los sectores dominantes. Ellos
han entregado la imagen del Otro, en este caso de los mapuche. ¿Qué
imagen? Veamos algunas muestras: “hordas salvajes”, “vergüenza de
trescientos años”, “indios malos en tierras buenas”, son
representaciones de la prensa y del relato histórico del siglo XIX.
Persistieron los prejuicios en el siglo XX: “mentes primarias”, “ideas
de patria, de honor, de justicia, de derecho, no tenían sentido para el
mapuche”.
Respecto de ese tipo de representaciones del Otro el historiador
francés Marc Ferro escribió: “La imagen que tenemos de otros pueblos, o
de nosotros mismos, es la que nos enseñaron cuando éramos niños. Esa
imagen nos marca por la vida”. Para el historiador mexicano Enrique
Florescano: “la reconstrucción del pasado ha sido un instrumento de
dominación”. Contra esa dominación se han levantado persistentemente
los pueblos indígenas. No olvidemos, en el siglo XX, las movilizaciones
de los años 70 en Latinoamérica, pensemos en el decenio de los 90
cuando los indígenas irrumpieron en la escena política de Ecuador,
México, Bolivia; ante tales movilizaciones algunos periodistas e
intelectuales no evitaron la confusión y entregaron explicaciones
diversas. Se habló de “despertar indio”, digamos mejor que se trataba
de una amplia reemergencia de la rebelión indígena. A esto se agregó
luego el cuestionamiento de la conmemoración del llamado “Día de la
raza”, otro ejemplo de la reacción indígena para escribir su historia.
¿No ha sido todo eso un acto insurgente frente a la llamada
subalternidad y ante el codiciado y deslumbrante color del oro, de la
plata, de las riquezas naturales que fue y ha sido el color del cual se
impregnaron los arquitectos de la dominación?
En un documento del Parlamento Indio del Cono Sur en Paraguay (1974) se
lee: “Sostenemos que debe enseñarse la historia comenzando por la
auténtica historia de las culturas nativas, para contribuir así a la
creación de una conciencia americana”. No descuidemos esta sugerente
afirmación que no recluye la historia en el espacio exclusivamente
indígena.
Evoquemos, igualmente, a grandes rasgos las luchas mapuche a lo largo
del siglo XX para apropiarse de su destino y de su historia; en los
años sesenta particularmente radicalizaron sus movilizaciones, ya no se
limitaron a plantear sus reivindicaciones a través de sus
organizaciones únicamente, pasaron a las acciones directas con las
tomas de tierras, con las corridas de cerco; durante el período de la
Unidad Popular protagonizaron el llamado “Cautinazo” por la intensidad
de sus movilizaciones y reivindicaciones, principalmente la
recuperación de tierras usurpadas. Ante la amplitud de tal movimiento
el presidente Salvador Allende decidió la instalación temporal del
Ministerio de Agricultura en Temuco; por primera vez funcionaba un
ministerio en la capital de una región donde ocurrían acontecimientos
como los señalados.
Los dueños de fundo opuestos al proceso de reforma agraria no vacilaron
en desatar la violencia provocando la muerte de Moisés Huentelaf y los
hermanos Cheuquelén. Esta insurrección de los grupos dominantes que
veían su hegemonía amenazada contribuyó al golpe de estado del 11 de
septiembre de 1973.
Las movilizaciones mapuche inquietaron a los latifundistas
acostumbrados a ejercer su poder sin mayor perturbación; los
responsables de semejante osadía fueron implacablemente perseguidos
luego del derrocamiento del presidente democráticamente elegido: sus
comunidades fueron allanadas, maltratadas, y entre sus representantes
hubo encarcelados, desaparecidos, asesinados. A este respecto, Raúl
Rupailaf escribió en el 2002: “Más que derogar la Ley 17.724, el
régimen militar se preocupó de suprimir el Instituto de Desarrollo
Indígena y sus programas, y buscó el aniquilamiento y descabezamiento
de las organizaciones indígenas, ejecutando, encarcelando y exiliando a
sus principales y más comprometidos dirigentes. … El tema de las
violaciones de derechos humanos, las ejecuciones, desapariciones y
torturas de que fueron objetos dirigentes del pueblo mapuche, salvo
escasas excepciones, no ha sido abordado por las organizaciones de
derechos humanos, el gobierno y las propias organizaciones mapuches
contemporáneas”.
La observación precedente nos lleva a pensar que ese capítulo de la
historia mapuche espera profundización para hacer justicia a quienes
siguieron el ejemplo de los antepasados luchando por los derechos y la
dignidad de un pueblo, arriesgando incluso sus vidas.
El golpe de estado empujó a decenas y sin duda centenas de mapuche a
dejar la Madre Tierra/ Ñuke Mapu. Emigrar no era un fenómeno nuevo. La
emigración a la ciudad había comenzado en la primera mitad del siglo
pasado, para alcanzar un nivel importante a finales del siglo; la
población urbana mapuche según el censo de población de 1992 era del 79
%. Pero esta vez se trataba de un alejamiento forzado por la represión
dictatorial y por el dramático atropello a los derechos humanos. Se
produjo una brusca ruptura con el entorno familiar y el mundo
cotidiano, provocado por el quiebre violento de un proceso de cambios
importantes tanto a nivel regional como nacional y en el cual se
involucraron representativas organizaciones mapuche. El régimen
dictatorial indujo a la emigración política, es decir, el exilio.
Los exiliados mapuche se habían destacado como dirigentes de
organizaciones campesinas y estudiantiles, otros habían sido dirigentes
sindicales de organizaciones obreras y de la enseñanza, otros fueron
activos participantes de las movilizaciones por la tierra.
La participación mapuche en el escenario de la política nacional
tampoco era nueva. Desde comienzos del siglo precedente se organizaron
para ser actores de su presente y de su futuro; aprendieron el
castellano no para asimilarse sino para mejor luchar por sus derechos,
demandaron educación no para someterse sino para mejor defenderse y
abrir a sus hijos el camino de la superación. Algunos llegaron al
Parlamento, otros fueron concejales municipales, fueron militantes
políticos. En marzo de 1973, Rosendo Huenumán, dirigente campesino y
sindical fue elegido diputado, en la provincia de Cautín, con la más
alta votación. Fue un hecho inédito en la historia electoral de la
provincia. Como inédito fue algunos años más tarde el Encuentro que
desembocó en la creación del Comité Exterior Mapuche abriendo así una
nueva página en nuestra historia política.
El Comité Exterior Mapuche (C.E.M.)
Un hito importante en el camino del exilio europeo fue el Encuentro
Mapuche en Londres del 25 al 28 de enero de 1978. Aquí se dieron cita
quienes habían llegado a diferentes países de Europa occidental con el
apoyo de organizaciones humanitarias, culturales, y de personas
solidarias con las luchas de los pueblos por la dignidad y la justicia.
Los asistentes intercambiaron informaciones sobre la realidad mapuche
en Chile, hubo testimonios de experiencias personales. Una importante
decisión fue la creación del Comité Exterior Mapuche. Para impulsar un
trabajo colectivo y coordinado se organizaron por países: Inglaterra,
Francia, Bélgica, Holanda, Alemania, en donde se hicieron otros
encuentros para dar mayor eficacia a los trabajos que se realizaban.
Esta acción mancomunada se desarrolló fundamentalmente entre 1978 y
1985.
Cabe mencionar a Vicente Mariqueo Quintrequeo como principal artífice
de este encuentro con el respaldo de organizaciones humanitarias; desde
su época estudiantil destacó como dirigente y militante político, en el
exterior fue un activo representante ante organismos humanitarios y de
solidaridad. Participó, en nombre del C.E.M., en el Congreso Indio
Sudamericano realizado en el Cusco, 1980.
Este Comité cumplió, entre otras, dos tareas importantes: La primera:
informar acerca de la realidad represiva en las comunidades en Chile y,
por otra parte, dar a conocer la singularidad histórica, cultural del
pueblo mapuche ante la opinión pública europea abierta al conocimiento
de otras culturas; las tareas de información se desarrollaron gracias a
espacios logrados en medios informativos europeos: Inglaterra, Francia,
Bélgica, España, Suiza. También mediante boletines que editaron y
divulgaron los Comités: “Boletín Informativo” en Inglaterra, “Amuleayñ”
en Francia. Se impulsó igualmente un Boletín común: “Huerrquen” cuyo
centro de coordinación fue Bélgica desde 1982, allí Godofredo Cotrena,
dirigente campesino, realizó un eficaz trabajo solidario con el apoyo
de asociaciones culturales belgas.
La segunda tarea: solidaridad con quienes sufrían más fuertemente la
represión dictatorial. En consonancia con este objetivo el C.E.M.
apoyó, por ejemplo, sucesivamente la gira por países europeos de dos
dirigentes de los Centros Culturales Mapuches creados en 1978: Melillán
Painemal y Mario Curihuentro.
La necesidad de una más amplia información sobre los perseguidos y
reprimidos por la dictadura fue una de las motivaciones centrales de la
creación de este Comité. Recordemos uno de los puntos de la Declaración
elaborada en el Encuentro de 1978 en Londres:
“Los Mapuche en el exilio nos hemos reunido en Londres para extraer las
enseñanzas de estos largos años de lucha y apoyar a nuestros hermanos
que permanecen en Chile y luchan cotidianamente contra la dictadura”.
¿Algo más que subrayar de este Comité a poco más de cuarenta años de su creación?
Fue un capítulo inédito de la historia política mapuche del siglo XX
porque nunca decenas de ellos habían atravesado el Atlántico para
preservar su integridad física. Y nunca una activa presencia mapuche
había logrado construir un espacio de información y solidaridad en el
viejo continente gracias a un esfuerzo colectivo. Fue un trabajo
paralelo al proceso de inserción en los países de acogida, lo que
significó también un conjunto de historias personales, familiares,
profesionales. Había que conocer los códigos de sociedades extranjeras
al suelo materno.
El trabajo del C.E.M. constituyó un signo y una práctica de la
identidad que se inscribe en la continuidad de lo que las diferentes
organizaciones del siglo XX habían ya reivindicado y se fundamentó en
la larga resistencia de nuestros antepasados. Esta asunción de la
identidad en tierra europea además de dar a conocer la realidad
inmediata, así como la dimensión histórica y cultural del pueblo
mapuche, fue una manera de dar a conocer el protagonismo de un buen
número de organizaciones en el proceso de transformaciones que vivió la
sociedad chilena en el período 1970-1973. Y quienes fueron empujados al
exilio habían sido parte de ese proceso.
Reiteremos: el trabajo mancomunado y coordinado, en el período
que hemos señalado, vigorizó las actividades del C.E.M. para llegar
tanto a la opinión pública abierta a las luchas y a la cultura de los
pueblos indígenas como a los organismos humanitarios y culturales que
brindaron su solidaridad.
A través de sus publicaciones, el C.E.M. expresó igualmente una forma
de solidaridad con los pueblos indígenas publicando en sus boletines,
declaraciones y documentos de organizaciones como: Mitka (Movimiento
indio Tupac Katari de Bolivia), CRIC (Consejo Regional Indígena del
Cauca) de Colombia, Guaymíes de Panamá, Miskitos de Nicaragua,
organizaciones de Guatemala.
En fin, este Comité abrió las puertas a otros trabajos que
sucesivamente se fueron y se siguen realizando. Una prueba de ello es
la realización de esta jornada cultural gracias a la estimulante
iniciativa de la Fundación Mapuche Folil y el espacio cultural y
solidario abierto por el WereldMuseum de esta acogedora ciudad de
Leiden.
Uno de los que inició el camino mapuche en Países Bajos fue Rafael
Railaf Caníu, militante político y destacado dirigente mapuche
originario de Lautaro, participó en corridas de cerco y representó al
Consejo Campesino de su zona en una reunión con el presidente de la
República S. Allende.
Hoy ya no están algunos que, como él, trabajaron para construir un
espacio mapuche en el exterior, pero siguen viviendo en la memoria de
los que continúan haciendo camino. A ellos rendimos hoy un homenaje por
la firme voluntad que supuso abrir otra página de nuestra historia.
Gracias a todos los aquí presentes y si ustedes me permiten, diré que
esta Jornada es también una forma de avanzar juntos hacia la justicia y
la dignidad.
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