En el Palacio de La Moneda, bombardeado por los Hawker Hunters, moría el presidente Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973. También caía la democracia aplastada por la más vasta y sangrienta represión que recuerde la historia del siglo XX en nuestro país. Las esperanzas de justicia social que se habían albergado se desvanecían. El 5 de noviembre de 1970 se había celebrado, en el Estadio Nacional, la victoria popular. S. Allende empezó su discurso diciendo : « Aquí estamos hoy, compañeros, para conmemorar el comienzo de nuestro triunfo. Pero alguien más vence hoy con nosotros. Están aquí Lautaro y Caupolicán, hermanados en la distancia de Cuauthémoc y Túpac Amaru ». Pero el Presidente no se quedó en una referencia simbólica a los héroes indígenas pues llevó a cabo una política tendiente a hacer de la población mapuche actores de su desarrollo. Hoy, a treinta años del golpe militar, quisiéramos recordar sumariamente una obra de su gobierno : la Ley Indígena 17.729. Recordaremos asimismo el protagonismo mapuche en la escena social y política chilena en el período 1970-1973. La Ley Indígena En diciembre de 1970 se celebró en Temuco el segundo Congreso Nacional Mapuche. El Presidente Allende estuvo en el acto de clausura y allí se le entregó el borrador de proyecto de una nueva Ley Indígena que fue enviada al Parlamento en mayo de 1971 y fue promulgada el 15 de septiembre de 1972. Esta ley marca un hito en la historia de la legislación indígena del siglo XX : la división de tierras ya no es el objetivo esencial. Desde 1927 hasta 1961 la legislación se proponía la división como medio para integrar a los indígenas a la nación, o como lo señalaba el Decreto 266 del 20 de mayo de 1931, la división era « la única manera de incorporarlos plenamente a la civilización ». La Ley 17.729 se propuso en lo esencial :
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